La Leyenda de Proteus, Andrés Carpio



La Leyenda De Proteus
Andrés Carpio Ortiz (2ºA)




Proteus, de pequeño, solamente era un griego más, lo único extraño en él era que no se parecía en nada a su padre, a sus hermanos mayores ni a su madre.
Sus hermanos siempre le llamaban anómalo, paria, extraño… Y en cierto modo era verdad, ya que su nombre significaba literalmente “variable”.
Su padre conseguía algo de dinero en el mercado vendiendo lo que él mismo pescaba, que no era mucho. Por lo que casi siempre comían pescado y sus comodidades eran escasas, y su padre le culpaba diciendo que había maldecido a la familia. Cuando tenía doce años la única persona que le apoyaba y animaba murió, su madre, a manos de unas fieras mientras recolectaba frutos en el bosque, la gente decía que los dioses la mataron por ser una bruja, su madre siempre decía que podía ser lo quisiera.


Cumplidos los dieciséis, un día Proteus se fijó en una chica más bella que la mismísima Afrodita, en realidad la conocía, fue de las pocas personas que se compadeció de la muerte de su madre, su nombre era Adara y estaba enamorado de ella, aunque no sabía cómo ella se podría enamorar de alguien tan enclenque como él, lo mejor que tenía era su corto cabello negro, sus ojos verdes y su velocidad, o como decían sus hermanos, su capacidad para huir.


En su dieciocho cumpleaños estaba ayudando a su padre en el mercado un día cualquiera, cuando encontró un pergamino que antes no estaba ahí, lo desenrolló y empezó a leer, gracias a que su madre le había enseñado a leer antes de morir, la carta decía así:


Proteus siento todo por lo que has tenido que 
pasar, pero me tienes que escuchar, lo poco 
que amas puede morir.
Tienes que desplazarte hacia el norte y allí 
recibirás más información.


Firmado por tu padre:
Hermes


Proteus se sintió furioso, ¿Por qué Hermes había dejado que fuera objetivo de burlas todo ese tiempo? ¿Por qué Hermes lo había hecho así de débil? Y sobre todo, ¿Por qué había dejado que su madre muriera?
Proteus hizo lo que mejor sabía y empezó a correr internándose en el bosque con lágrimas en los ojos.
Tras llevar un buen rato corriendo se tropezó y cayó al suelo, de la nada salió una manada de lobos que empezó a rodearlo. Cuando pensaba que estaba perdido los lobos huyeron, Proteus se miró las manos y lo que vio fue unas enormes zarpas, ¡Se había transformado en un oso de trescientos quilos!      De la nada apareció una caja con un pergamino en el que ponía:


Soy yo otra vez, tienes que dirigirte al norte,
allí encontrarás la entrada al inframundo 
donde han encerrado a tu amada Adara.


Por cierto, ya veo que has descubierto tu gran 
habilidad. Lo puedes hacer a voluntad, solo 
concéntrate en lo que te quieres convertir.


Y te he dejado unos regalos.


En la caja encontró una túnica de color morado, unas sandalias nuevas y una brújula de bronce.
Sin más remedio se dirigió al norte. 


Cuando ya estaba cansado intentó concentrarse en un águila y desplazarse por aire. Lo consiguió, pero lo que no sabía era lo difícil que era volar, tras chocar varias veces contra los árboles le pilló el truco. 


Al anochecer descendió a la rama de un árbol, volvió a su estado original y decidió dormir.


A mitad noche se despertó en mitad del aire cayendo contra el suelo, cayó sobre el brazo y al instante sintió un agudo dolor en el hombro izquierdo. 

Al mirar hacia arriba vio que las culpables habían sido un grupo de arpías. De repente una de ellas se lanzó en picado y Proteus se levantó rápidamente y la esquivó, se transformó en un águila e intentó salir huyendo, pero al batir las alas un terrible dolor le recorrió el brazo y se desplomó en el suelo. Al comprender que se tendría que quedar a luchar se transformó en un león y a la siguiente arpía que se lanzó en picado y le clavó la mandíbula en el cuello e inmediatamente se desintegró en una nube de polvo. 
Por suerte las demás arpías huyeron ante la escena y el sol asomó desde lo alto de una montaña. Entonces recuperó su forma de hombre y andó siguiendo la brújula.


Por el camino encontró un río con ninfas. Las ninfas resultaron ser muy amables, ya que le curaron el brazo dándole ambrosía y néctar, cosa que también le sació el hambre, y también le indicaron que la entrada al inframundo estaba en la falda de la montaña.


Después de unas horas llegó a la montaña donde no le gustó lo que vio, en la entrada al inframundo había una hidra. Su madre le había contado historias sobre ella, por lo que sabía de sobra que no le debía cortar la cabeza.
Pensó en un plan un poco loco, pero podría funcionar. Espero al atardecer, cuando la hidra se durmió tapando la entrada, Proteus se  transformó en un pequeño ratón de campo y trepó por el cuerpo de la bestia hasta su cabeza, volvió a su forma, sacó la brújula y de pronto la hidra se despertó. La hidra empezó a sacudirse, Proteus se agarró lo mejor que pudo y consiguió arrancar la aguja de la brújula y clavársela en un ojo. La hidra se desplomó en el suelo, él se transformó en un águila, voló a una altura considerable y se lanzó en picado apuntando al pecho y en el último momento se convirtió en un contundente toro con los cuernos apuntando al corazón, La hidra se quedó un momento inmóvil y se deshizo en cenizas.


Al entrar al inframundo pagó al barquero Caronte con los restos de la brújula de bronce para pasar el río Estigio.


Cuando estaba a punto de llegar al palacio de Hades vio a una silueta fantasmal que le resultaba familiar. ¡Era su madre! Le inundó una enorme tristeza, pero pensó en lo que había venido a hacer y continuó.

Nada le impidió entrar al palacio, cosa que le sorprendió.
Al entrar vio a un hombre con rasgos sombríos sentado en un trono ,era Hades. A la derecha del trono estaba Adara inconsciente.
Entonces dijo Hades:
-Si vienes a por la chica, no te la llevarás.
Proteus sintió una furia incontrolable, todo lo que había hecho para nada, toda esa furia la consiguió canalizar, toda esa ira, cerró los ojos y se concentró en lo más grande que pudo imaginar. Al abrir los ojos se había convertido en un dragón con alas de doce metros de envergadura y cinco metros de altura.


Hades sorprendido dijo:
-Vaya, me has impresionado.


Al oírlo Proteus se tranquilizó y se reconvirtió en un hombre.
-¿De qué se trata? -pregunto Proteus.
-Yo dejaré libre a la chica, pero tú tendrás que morir -propuso Hades.


Proteus tardó en pensarlo, pero finalmente aceptó. En cuanto dijo que sí, se desplomó y vio toda su vida pasar ante sus ojos, pero de pronto a mitad paró, abrió los ojo y vio a un hombre de unos treinta años con una túnica morada, un caduceo en la mano derecha y un par de alas en el casco y en las sandalias, era Hermes.
-Padre -dijo Proteus sorprendido.
-Hijo -dijo Hermes- voy hacer algo que hago con muy pocos, te daré una segunda oportunidad, pero Adara no recordara lo que hicistes por ella.
-Entendido -contestó Proteus.


Después de unos años, Proteus se casó con Adara, y tras morir a manos de su tercer hijo fue a los Campos Elíseos y nunca nadie recordó su primera aventura de muchas otras.

FIN

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