La última bruja de Zugarramurdi, por Icíar Mateo.

Triqueta – A nuestra casa todas las brujas llegan solas
La última bruja de Zugarramurdi, por Icíar Mateo (4ºA)

Antes de que leas esta historia quiero dejar claro que ha surgido gracias a la presente situación de confinamiento que vivimos. He querido darle un enfoque de amor familiar, concretamente fraternal, de sacrificio por la familia, ya que ahora más que nunca estamos obligados a convivir con nuestras seres más cercanos encerrados bajo un mismo techo, y lo veo una oportunidad para solucionar aquellas pequeñas cosas que antes nos hacían enfadar y así poder estar lo mejor posible todos juntos.

Era el día 14 de confinamiento, Lu estaba sentada en el escritorio de su habitación viendo un capítulo de Friends. Afuera llovía y hacía frío. Ella estaba aburrida de siempre lo  mismo, de la rutina de no hacer nada. Llevaba bastantes días enfadada por cualquier cosa y siempre la pagaba con su hermana Alice, que era 7 años menor que ella. Harta de estar agobiada de la monotonía, decidió ir en busca de música antigua. Subió al desván polvoriento y se sentó en frente del tocadiscos de su abuela, ese que le tenía tanto cariño y al que se sentía tan arraigada. Puso una canción de los Beatles, Something, y se puso a imaginar cómo sería su vida si le dejaran salir a la calle. Empezó a imaginar cómo olía la tierra mojada, como sentía el sol en su piel, como era eso de que el viento le moviese la larga melena pelirroja. Y de tanto imaginar se quedó dormida. Y soñó. En su sueño se veía a ella en esa misma habitación de la casa, buscando algo en el armario empotrado del fondo del trastero, era un libro viejo, como un diario, escrito con letra cursiva y desfigurada y que ponía la fecha del mismo día pero 100 años más tarde. 
Entonces sintió como una presencia la zarandeaba suavemente y cuando abrió los ojos, no había nada. Sumida en una profunda curiosidad fue hasta el armario y lo abrió, rebusco entre la ropa vieja y encontró el diario que había visto en sus visiones. Y lo abrió, y un fuerte olor a encerrado inundó la habitación. La fecha de la primera página era de ese mismo día pero 100 años atrás, justo como en su sueño. 




24/03/1920

Llevamos 70 días encerrados en casa, esto se esta poniendo cada vez peor. No nos dejan salir ni si quiera a por un poco de harina para hacer pan. Tenemos que abastecernos como podamos y los recursos aquí se están acabando. Ellos solo hacen que pasear por las calles con esas máscaras que dan verdadero miedo. Llevan una túnica negra que les tapa todo el cuerpo y la máscara picuda que los caracteriza. Si sales a la ventana a las 12 de la noche los verás pasear en parejas a ver si encuentran algún vagabundo que utilizar para sus experimentos científicos. Dicen que los matan con un poderoso gas y los abren en canal para ver si sus órganos están sanos, si es así, los utilizan para curar a los enfermos de esta maldita pandemia. No he hablado aún de ella, se conoce como la peste morada. Es tan letal como cualquier hambruna, pero mata lentamente y agonizando. Primero la piel se te llena de ronchas rojas, después tienes un fuerte dolor de cabeza y finalmente, te quedas sin movilidad articular hasta que te mueres. Después, tu cuerpo se tinta de un color morado oscuro. Esta peste es muy contagiosa, por eso la Inquisición nos ha obligado a permanecer en casa y aislarnos del resto. Si alguno de nosotros empieza a tener síntomas, inmediatamente tiene que salir de esa casa. Verás, quisiera dejar esto en constancia para el resto de la historia. Lo primero que voy ha hacer es presentarme, me llamo Cassandra y soy una bruja. Sí, así como lo oyes. Te estarás preguntando.. ¿Qué hace una bruja en pleno siglo XX, si todas ellas se extinguieron en el siglo XVI? Pues aquí tienes la excepción, pertenezco una familia de brujas y yo junto con mis 4 y mi madre somos las sucesoras de las brujas de Zugarramurdi (Navarra). ¿Para qué os cuento todo esto? Pues bien, hace dos semanas a mi hermana menor Úrsula le empezaron a salir ronchas rojas en la pierna, todas sabíamos lo que eso implicaba. Entonces mi madre decidió hacer un ritual que llevaba años sin hacerse, un akelarre. Esa cosa tan temida para la Inquisición y que, sin embargo, en nuestros cuentos de pequeñas salía cada dos por tres. Y así hicimos, nos reunimos a la hora de las brujas todas en círculo y mi madre pronunció unas palabras en euskera que hicieron que el el suelo temblara y una voz profunda hablara. Cada una de nosotras pidió una cura para nuestra hermana y la voz nos ofreció un trato. Úrsula se curaría a cambio de una única cosa: que alguna de nosotras se entregara a la Inquisición como la última heredera de las brujas de Zugarramurdi. Aceptamos el trato queriendo que nuestra pequeña se recuperara. La voz nos dio de tiempo hasta la luna llena de ese mes. Yo me entregaría a la Inquisición porque era la más mayor y quería que mis hermanas y mi madre pudieran vivir en paz. Al principio se negaron todas, pero poco a poco lo fueron aceptando. Ya me he despedido de todas ellas, les he abrazado tan fuerte, que creo que les he hecho daño. He acariciado la cara de Úrsula y sus mejillas, llenas de pecas anaranjadas, se han llenado de lágrimas, al igual que mis ojos. Me he despedido de nuestros gato negro Bobi. Me he quedado unos segundos mirando la estampa que dejaba atrás, mi casa llena de frascos con hierbas de todos los tipos, a mis tres hermanas y a mi madre, todas muy parecidas entre ellas, con las largas melenas pelirrojas y las caras tristes porque, posiblemente, esta sería la última vez que las iba a ver. Ahora estoy encima de un tejado escribiendo esto, para que quede constancia y para poder irme en paz. Posiblemente me quemen en la hoguera, o me torturen o quizás me metan en un calabozo y me dejen olvidada hasta que me muera de hambre, pero sabré que he hecho una buena acción para proteger a mi familia. Si encuentras esta carta te pido que solo la mantengas en secreto y la transmitas de generación en generación para que conozcan la historia de la última bruja de Zugarramurdi. Espero que todos los gatos negros te sonrían y todas las lunas llenas te hagan más feliz. 

Un saludo mágico.

Cassandra, la última bruja de Zugarramurdi. 

Al acabar de leer la carta, Lu estaba atónita. No se esperaba que en su propio desván podría encontrar esa fantástica historia repleta de amor. 
Bajó corriendo a hablar con su madre, que se llamaba igual que la protagonista del diario.
-Ahhh ya era hora que descubrieras este diario. Bueno ya sabes lo que tienes que hacer Lu, utilízalo bien. -Dijo su madre nada más verla con el diario. 
-Mamá...¿Tú te llamas así por este diario? - Preguntó Lu curiosa.
-Así es, a la abuela le conmovió la historia y decidió ponerme este nombre.
-Y….¿Por eso desde pequeña me llamas brujita?
-Si hija, además esa melena pelirroja es sospechosa, ¿eh?.

Las dos rieron juntas, entonces apareció Alice y las tres se fundieron en un abrazo. Aunque lo cierto es que las tres eran peligrosamente pelirrojas…. ¿La última heredera de Zugarramurdi realmente había desaparecido? 


FIN

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