PREMIOS LOBERA 2020

El Departamento de Lengua Castellana y Literatura tiene el honor de publicar, a continuación, los relatos ganadores de los Premios Lobera 2020. Enhorabuena a los ganadores y mil gracias a todos los alumnos y alumnas que, aún en las especiales circunstancias en las que ha sido convocado este año, han participado. 








LO QUE SE ESCONDÍA TRAS LOS OJOS DE OBSIDIANA, por Maribel Abarca.



Track: RUSTY LAKE THEME

La historia que se escondía tras aquellos ojos de obsidiana nunca antes había sido contada. Algunos veían aquellos ojos rojos como el fuego a la luz del sol, pero lo más importante era que tras ellos se encontraba la perdición. Tal vez no la perdición para los demás, eso no había podido comprobarlo todavía, al menos no en el mundo tangible. Pero sí la perdición propia, pues podía parecer despierta, pero tras aquellas ojeras oscuras y profundas había días, horas y momentos en los que la penumbra envolvía su vida. Y llegaban los recuerdos. Aquellos recuerdos difusos, causa de la influencia o de la imaginación, a veces de aspiración de cambio, fantasía y esperanza de futuro, pero normalmente de tenebrismo y lágrimas.
Ni siquiera ella entendía aquellos sentimientos. No sabía de dónde provenían aquellos recuerdos, no sabía si eran el reflejo borroso de cosas que habían sucedido o el simple juego de la mente turbulenta. Y es que era en su mente donde se producía todo aquel imaginario. Pero se sentía tan físico… cuando su piel se erizaba violentamente al recordar el pelo de fuego o los ojos de mar. Cuando recordaba la montaña vibrando bajo sus pies, las raíces de los árboles latiendo bajo la tierra y las gotas de lluvia como puñales enrabiados chocando contra su piel. Cuando recordaba el calor de la hoguera y de los besos. Los tambores tribales danzando en sus oídos, la energía de las piedras, el rojo de la sangre espesa y el olor a alcohol. Cuando sentía sobre sí misma la protección de la luna. Todas aquellas luces bailaban entre sus pupilas y sus recuerdos. Pero al final abría los ojos, desaparecía aquel cielo nublado, aquella luna llena, aquel pelo de fuego y aquellos ojos de mar. Volvía. Y volvía al mundo incompleto. Alguien en su sueño le había dicho que vivía en un pueblo verde precioso, donde había un pozo hecho de blancos ladrillos. Sin embargo él, había ocasiones en las que solo quería hacerlo volar por los aires.
Sentía como si hubiera despertado de aquel sueño que una vez la envolvió y ya no pudiera dormirse. Como si toda la vida que había establecido en la fantasía hubiera desaparecido para siempre. Como si su amor allí se hubiera quedado, entre las tinieblas del pasado. Pero a veces, los sueños la devolvían a un reflejo de lo que fue aquel mundo, se la llevaban lejos, y entre lo onírico y lo irreal volvía a ver aquellos ojos de mar y aquel pelo de fuego.
A veces, en la realidad, en su ansia de búsqueda para volver a encontrarle, había descubierto coincidencias extrañas. Como aquella taberna del caballo del alba, donde se había visto reflejada en la mujer de largos cabellos que parecía montar un caballo imaginario, sentada en una silla, con una hiena de ojos humanos mirando al espectador y un caballo blanco corriendo en un bosque neblinoso, tras unas cortinas doradas. Aquel caballo blanco también corría en el bosque de tinieblas de sus sueños. Aquel en el que un día había decidido estirar el brazo, cerrar los ojos muy fuerte y esperar el estirón del muchacho que la recogería al galope. O aquel en el que había enterrado a ese alguien en la húmeda tierra oscura.
Había noches en las que veía con tanta claridad a los ojos de mar yendo tranquilamente hacia ella, montando sin silla un corcel negro de carreras, con aquella seguridad que lo caracterizaba. Con aquella confianza que escondía la pesadilla postraumática.
Otras noches volvía el pelo de fuego. Se acercaba con aquella mirada de venado y aquella sonrisa pícara, la cogía por la cintura y ella creía realmente que había conseguido volver. Que por fin había vuelto al lugar del cual fue arrancada. Pero entonces abría los ojos y de nuevo era Ophelia quien dominaba sus pensamientos. La chica que se ahogó en el río de sus miserias, la que miraba al cielo con el último aliento en los labios, ignorando sus instintos de nadar y guiándose por su desolación. Rodeada de flores cortadas que también esperaban irresolutas su muerte.
Miraba por la ventana y veía los árboles sobre el cielo gris de algunos lujosos días y recordaba el mismo cielo que se encontraba cruzando las aguas atlánticas, en aquel lugar secreto, donde nadie más podía entrar. ¿Sería esta una fisura en el muro arbóreo del bosque? Y es que una vez fue. Y lo vio todo: la montaña, tan imponente como se la esperaba, el frío punzante y la extensión virgen que partía el norte y el sur. Pero veía más cosas, ya que cuando paseaba por el camino de las almas muertas de noche, pudo ver cómo una sombra cruzaba por detrás del chico de las historias. Cómo la sombra oscura había corrido de un lado a otro del panteón y desaparecía tras la pared. Esperaba que alguien al otro lado también mirara al cielo y recordara el espíritu de la chica de obsidiana.
También se recordaba a sí misma. Su otra yo. Su verdadera ella. La mujer resuelta de pelo salvaje y ojos vivos, la que resplandecía sol y salpicaba lluvia. La apasionada, la libre, como aquel caballo con el que soñaba, reflejo de su ella pasada o futura. La que decidió levantar el brazo y esperar el estirón, la que se veía en lo alto de la colina, desafiante ante las gotas de lluvia. Y así se llamaba ella: Lluvia. La que descalza y despierta, había danzado alrededor de la hoguera de las brujas, bajo la luna llena. La que oía al viento llamar su nombre. La que conocía los remedios de la malva y los venenos de la mandrágora. Y es que mirar a aquellos ojos de obsidiana mientras todavía eran libres tuvo que ser apasionante. Irradiaba fuego por aquel entonces… Pero un día despertó, y a la vez cayó en la noche oscura del alma. Ahora era su hermana Ophelia quien había tomado el relevo. Y esto solo podía conducir al vacío. Tanto tiempo al borde del precipicio, unos días más cerca de la grieta y otros días más lejos, lo hacía cada vez más peligroso. Cada vez había más posibilidades de que Ophelia se dejara caer y arrastrara consigo a la chica de la tormenta, de que al final acabara esta sobre las puntiagudas rocas rociadas de sangre oscura de clavel.
En ocasiones te recuerdo, pasado mío y tuyo, como tras el velo de un cristal translúcido, como tras el eco del tiempo. Cerca. Allí, entre las lluviosas y tenebrosas montañas, el verde de la hierba es menos verde aquí, y mis plegarias de volver mueren instantáneamente tras salir de mis labios. Te necesitaba tierra mía, te necesito mar y fuego. Pero no sé dónde estáis. Ahora solo existís en la turbulenta noche de mis sueños. Ahora solo puedo ver el contorno de vuestros perfiles caminando hacia la oscuridad e iluminados por la propia luz que irradiáis.
¡Y es que estaba allí de nuevo!  Estaba de nuevo contigo. Yo vi el bosque, la niebla, tus ojos azules y tu pelo rojo. Lo vi. Pero de nuevo en este limbo, siento toda la pasión que incendia mi cabeza y mi corazón, pero que no tengo modo de canalizar. No tengo la poesía que hace falta, la música, la imagen de vosotros en una biblioteca llena de los mundos oscuros y secretos de antiguos conocedores de la vida. Vosotros sois el rayo de luz que cruza el hondo del valle e ilumina una abadía sin tejado, cuyos gruesos pilares cruciformes sostienen el propio cielo y donde se contaron las historias del oro, los rubíes y  los zafiros.
No sé si podré volver, pero tampoco si podré seguir aquí mucho tiempo. Puede que Ophelia acabe lanzándose y entonces no habrá más que cerrar los ojos y volver al pasado. Y es que todos miran el cuadro, pero nadie comprende el significado de sus flores.






Sentimientos, por Samuel Navalón.



Mi deseo, mi vida, mi alma… ¡Todo mi yo!

Esperanza es lo único que me queda, una esperanza sin final…

Pasan los días y más te extraño, más te pienso, más te siento, más te espero…

Mi vida eres tú y tú eres mi vida.

Todo es por ti, por alcanzarte, conseguirte, abrazarte, por sentirte de nuevo.

Sigo luchando por ti, por lograr tu respeto, por obtener tu gloria, por encontrar junto a ti la eternidad, sentirte pronto cerca mío… que llenes mi alma vacía en esta absoluta soledad; sentir correr la sangre en mis venas, sentir tu aliento rozando mi ser. Dejarme llevar por tu grandeza infinita…

Te busco en mis sueños, te sueño despierto y te siento en estos pensamientos que se agolpan en mi mente fugaces y atroces… Donde recorro mi inmediata y pasada vida en breves lapsos de angustia controlada, dudas y nervios de acero que se expresan en sudores y manías, en esta entrega verdadera que recorre el fondo de mi espíritu… Y por fin se convierte en un dominio de esa duda ya vencida.

Una pasión tan grande que a veces me rompe el alma. Temeroso ante la incertidumbre de la responsabilidad. Orgulloso y a la vez angustiado, preparado para la temible censura…

En esta soledad, te busco en mis sueños, te sueño despierto, te necesito ya en mi vida…
Aún en tu ausencia… la felicidad que me haces sentir… 
Ese ímpetu imparable, esa esperanza, ese deseo sordo, mudo y ciego a lo que nada es comparable…

Somnoliento y enfermizo espero la hora de nuestro anhelado reencuentro…

Y me repito a mí mismo…
¿Por qué una pasión tan inmensa puede tener “mala reputación”? ¿Por qué mi gran amor debe ser considerado por algunos, como algo malo, atroz, ruin, vil…? ¿Cómo puede no ser bueno este sentimiento? ¿Quién lo dice? ¿Por qué no me entienden? ¿Por qué debo ser juzgado y condenado por personas que ni siquiera me conocen, por adorar desde lo más profundo de mi alma esta vocación, este deseo, este sueño, esta esperanza…?
¿Me hace esto peor persona?

Tantos y tantos “porqués” que no entiendo… Tantas y tantas preguntas que a mi entender no tienen respuesta ni sentido alguno…

Solo sé, que nada ni nadie me hará cesar en mi intento de conseguir mi meta. Es mi forma de ser, mi manera de sentir y vivir la vida.

Esta pasión, estas ansias de volver a reencontrarnos, de vernos las caras frente a frente, cuerpo a cuerpo… Sentir el clamor y la responsabilidad, sentir que volvemos a ser uno, bailando la misma danza, unidos en un solo ser, sentir como nuestros corazones laten en un mismo son y  acariciar tu embestida con el clamor de un suspiro, en un natural que no tenga fin… Tocar de nuevo el cielo con mis manos, llegar al Nirvana sin mover los pies del albero y que el tiempo se pare en ese mismo instante para llenar mi corazón de felicidad y frenesí a nada comparable.

Espero que llegue la hora de nuestro ansiado reencuentro y mientras tanto te sigo soñando despierto, como de niño, como siempre… Evocando en todo momento los lances de mi capote, haciéndome sentir de nuevo, esa dicha a la que nada es comparable…

Todo es por ti, por conseguirte, por abrazarte, por sentirte de nuevo , por volver a ser YO.

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