EL SECRETO DE LA INMORTALIDAD (Leyenda prehistórica), por Amparo Abarca.


Era noche cerrada. El jefe había encendido el fuego y todos nos colocamos alrededor de la cálida hoguera, muy juntos, para aprovechar mejor el calor. Estábamos cansados y hambrientos. Llevábamos varias jornadas buscando caza para llevar a nuestro asentamiento, para dar de comer a nuestras familias y no habíamos encontrado nada. El frío había expulsado a todas las criaturas de la zona... Ushu, el más anciano de nosotros ya que contaba con 24 ciclos en su mano, se dispuso a hacer aquello que sabía que nos aliviaría a todos de aquel día tan aciago: narrar una historia.

Hace ya tiempo, cuando el Cielo y la Tierra dejaron de ser uno sólo y el Día y la Noche se olvidaron el uno del otro, existió un poblado en el que cada clan vestía con las pieles de un animal: el clan del Lobo, el clan del Mamut, el clan del Diente de Sable y el del Bisonte. Todos los clanes vivían juntos, pero siempre estaban disputando cuál era el más poderoso y nunca se ponían de acuerdo:

-¡Mi clan es el más vigoroso, con nuestro alarido sucumbe el viento de la montaña!-

Afirmaba el miembro de los Lobo que vivían en la cueva más grande y profunda.

-¡Mi familia es la más fuerte, pues el Mamut hace temblar la tierra a su paso!- Decía el más anciano de esta familia.

-¡La mía es la más fiera! ¡No hay ser que resista nuestros ataques con lanza! - Gritaba el más joven y osado de los Diente de Sable.

-¡Ninguno de vosotros muestra la resistencia de la Tierra como hacemos los Bisonte!- Señalaba el patriarca de dicho clan mientras se golpeaba el pecho con contundencia.

El chamán del lugar, que no pertenecía a ninguno de estos linajes y por ello adornaba su pelo con plumas de búho real, determinó una prueba para elegir cuál de ellos sería el que guiase y liderase a todos los clanes:

-¡Escuchadme todos! Para decidir quién de vosotros será el líder de todos los clanes tendréis que presentar ante mí algo realmente poderoso. Algo que sea capaz de hacernos inmortales. Tenéis tres lunas para darme una solución.

Y cada clan, representado por su mejor y más fuerte hombre, se lanzó a buscar el elemento que encarnase la inmortalidad: el Lobo hacia donde el sol aparecía en el horizonte, el Mamut hacia donde éste se ocultaba, el Diente de Sable se dirigió hacia el mar y el Bisonte a los grandes picos donde la nieve era perpetua.

Al cabo de las tres lunas, solo tres de los cuatro valientes que partieron se presentaron ante el chamán en una ceremonia solemne que se celebró ante todos los habitantes del asentamiento. El representante del clan del Bisonte no regresó de su búsqueda.

-¡Decidme, guerreros!- Dijo el Chamán con voz solemne- ¿Qué presentáis ante vuestro pueblo? ¿Qué nos dará la inmortalidad?

El Diente de Sable, orgulloso, desenvolvió un arma hecha con un gran diente de animal marino, largo y afilado como un estilete:

-¡Esta arma nos dará poder sobre nuestros enemigos y sobre todas las bestias! ¡Todos nos temerán! Seremos tan invencibles que ni la Muerte osará retarnos.

El Lobo rió y mostró un gran cuerno. Sopló por el extremo y se produjo un gran estruendo:

-¡Ante este poderoso sonido ni se acercarán, temerosos, nuestros enemigos!

Se acercó el Mamut y extrajo de su zurrón una extraña planta:

-He viajado más allá de la luz y en el lugar donde surge la noche nace esta planta capaz de matar con su sabia venenosa a un animal tan grande como el que da nombre a mi clan.

El chamán colocó los tres objetos sobre la Gran Piedra y, alzando la voz, promulgó:

-¡¡Gracias a estos tres valientes...

-¡Detente! -Dijo una voz suave, pero firme.

Todos se giraron en dirección a aquella voz. Era una mujer. Una mujer Bisonte.

-¿Qué ocurre, mujer?- Preguntó, curioso, el chamán.

-Falta mi clan representado en la Gran Piedra. Mishe no volvió de su viaje, pero yo he descubierto algo que nos dará la inmortalidad. Acompañadme. -Dijo, dirigiéndose al chamán y a los tres miembros de los clanes.

Los cuatro siguieron a aquella mujer menuda, que se movía ágilmente entre los riscos, mientras ascendía hacia la cumbre por la ladera de los Bisonte. Los habitantes del poblado quedaron inmersos en un mar de murmullos mientras observaban desde los alrededores de la Gran Piedra cómo la mujer cogía una antorcha de la hoguera y conducía a los hombres al interior de la cueva en la que habitaba junto a su hijo desde que perdió a su compañero en una cacería.

Los cuatro hombres y la mujer entraron en la cueva, iluminada por la tea, y las sombras danzaban entre los destellos de la luz anaranjada que emanaba del fuego. La mujer rebuscó al fondo de la cueva y regresó junto a los hombres con algo en la mano:

-He aquí lo que aporto en nombre de mi clan para conseguir la inmortalidad de nuestro pueblo.

La mujer mostró un pequeño cuenco que contenía una pasta rojiza y un tizón.

Los cuatro hombres la miraron, sorprendidos. El Diente de Sable mostró su enojo:

-¿Te burlas de nosotros, mujer? ¿Cómo nos hará inmortales ese triste mejunje?

La mujer, que ya había previsto aquella reacción sonrió serenamente.

-Acompañadme, por favor.

Entraron por una pequeña galería del fondo de la caverna. Tuvieron que agacharse unos metros más adelante, pero al fin, tras la oscura boca del túnel, había una abertura que daba a una estancia más amplia, aunque con el techo a sólo un palmo por encima de sus cabezas. Ella iluminó con su tea la cubierta. Ante la mirada atónita y maravillada de los hombres apareció una manada de bisontes pintados en la roca a un lado de la cubierta, al otro se representaba una escena de caza, con varios hombres provistos de lanzas intentando ensartar a un mamut acorralado. Unos lobos parecían aullar al otro lado mientras una figura humana se mostraba recolectando miel...

-Esta es la inmortalidad. Mis animales y estos hombres y mujeres vivirán en la roca cuando nosotros no seamos más que polvo de Tierra. Y de este polvo de Tierra han surgido. -Dijo mostrando de nuevo el cuenco y el tizón.

Los hombres la miraron de nuevo, como si la viesen por primera vez, con respeto. Nadie dijo nada y con ese silencio, lo dijeron todo.

Al salir de la cueva y regresar a la Gran Piedra, el chamán anunció a todos que el clan del Bisonte sería el que guiaría al resto de clanes y su matriarca sería aquella mujer, la cual pasó el resto de su vida enseñando a todos cómo alcanzar la inmortalidad.

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